Una piel inmóvil de color sostiene una mirada inquieta: ¿una pintura, una flor? La capacidad simbólica y ornamental de las flores no la forjamos los humanos, sino al revés: vemos gracias a ellas. Se considera que la visión de los colores se desarrolló principalmente para reconocer plantas –fuentes de medicina, dulzura y nutrición– y las flores son la manera más precisa de identificarlas. Es decir, de no ser por las flores, no existiría la pintura. A este punto de la historia, lo floral es un horror vacui de simbolismos: capas de deseos y miedos proyectadas sobre capas de asombros y lamentos de índole económica, religiosa, íntima. Poderosas esencias de significados se destilan y preparan con imágenes de flores.